domingo, 28 de agosto de 2011

La confesión


Antes de que marcara el número la maté. Al principio me resultaba simpática, pero después comenzó a sonreírme cada vez que salía del despacho. Quizá sea porque siempre he detestado a las mujeres que se llaman Socorro, pero el caso es que llegó un momento en el que ya no conseguía soportarla. Cuando tocaba suavemente a la puerta y preguntaba: "¿puedo entrar, Señor Juez?", siempre elegante, servicial, con la sonrisa en la boca, dispuesta a cumplir el más mínimo de mis caprichos, sentía una punzada en la sien, un dolor de resaca que me recorría la cabeza. Tuve que matarla, no me quedó otro remedio.

(Espero que este cura de mierda no rompa el juramento que ha hecho, sino también me veré obligado a matarlo.)

lunes, 15 de agosto de 2011

Locura

Javier se levanta de la mesa sin decir nada. Desde que vive en el asilo siente que el mundo en realidad es un espacio cerrado y lleno de límites. Daniel, el joven que llegó hace pocas semanas, intenta detenerlo, pero Javier hace días que se rige por sus propias reglas. Camina despacio hacia la puerta, contando mentalmente los pasos, como hace cada vez que se decide a probar un nuevo camino. Lleva el cuchillo del almuerzo en las manos, y lo aprieta con fuerza y con angustia. El silencio se instala en el comedor.


El enfermero lo ve acercarse y sonríe. Le da un codazo a su compañero y señala al anciano que se dirige hacia él con paso trémulo. Desde que trabaja en el asilo siente que el mundo en realidad es una mierda. "Pero me pagan bien", piensa, mientras juguetea con los tranquilizantes que guarda en el bolsillo del uniforme.


Cuando ambos se encuentran, Javier levanta el cuchillo y los enfermos comienzan a gritar al unísono. El enfermero se ríe, lanza algunos insultos a la sala y agarrando a Javier por los hombros le da un puntapié en el estómago. El cuchillo cae al suelo repiqueteando entre las cuatro paredes del asilo psiquiátrico. Javier, doblado por el dolor, murmura entre dientes: "¡El mundo, el mundo! Arrodillado en el suelo, solo Javier consigue escuchar las palabras susurradas por el enfermero: "Los locos como tú y como yo no deberían tener mundo".